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 CAPÍTULO 5

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MensajeTema: CAPÍTULO 5   CAPÍTULO 5 Icon_minitimeVie Feb 22, 2013 11:31 pm

Capítulo 5

Una semana más tarde.

Eran las 10 de la mañana del lunes y el aeropuerto gozaba de una relativa tranquilidad. Era temporada baja y la mayoría de los que viajaban a México en ese momento lo hacían por causas de negocio.

Mauricio Millet había llegado desde muy temprano al aeropuerto acompañado de dos escoltas. No había querido despertar a su esposa, pues llevaba unas semanas de un humor insoportable y no le apetecía discutir con ella esa mañana.

En ocasiones el político se preguntaba si habría actuado correctamente rompiendo su familia por enamorarse de otra mujer. Pero entonces la miraba y se daba cuenta de que no había habido otra opción, la amaba. Nunca había sentido algo así por nadie y estaba convencido de que nunca lo iba a volver a sentir. Y aunque se culpaba por no haber visto crecer a su pequeña, sabía que el único lugar que el destino tenía reservado para él eran los brazos de Alexia.

Mauricio miró el enorme panel de llegadas que colgaba del techo. Hacía dos años que no veía a su hija y lo más que quería en el mundo era abrazarla.

-Ya debe estar al llegar- sonrió el señor Millet muy emocionado, y sacando una foto de su cartera se la mostró a uno de sus escoltas- ¿No es hermosa mi niña?

- Muy bella señor- asintió el guardaespaldas.

- Señor le llama su esposa- dijo el otro escolta- dice que lleva horas tratando de ponerse en contacto con usted, pero tiene el celular desconectado.

-Ahhh cierto, olvidé cargarlo anoche…- dijo Mauricio- pásamela.

-Hola amor, ¿qué paso?- dijo Mauricio al ponerse al teléfono.

- Llevo dos horas tratando de hablar contigo. Te fuiste sin despedirte, que considerado de tu parte…- contestó Alexia muy enfadada.- Te valgo madre ¿no?

-Anda cariño… no empecemos ¿quieres?- trató de calmarla- sabías que llegaba Miranda esta mañana.

-Ahh sí la dichosa escuincla como olvidarlo…- gruñó ella- Me tienes harta Mauricio… ¿sabes qué? Que te caliente la cama tu hijita…

-¡Por dios! Estás loca ¿o qué te pasa?- Mauricio se indignó al escuchar a su esposa- ¡esos celos tuyos son enfermizos! ¡Es mi hija!

- ¡Qué les zurzan!- Alexia estaba como loca.

- Mira Alexia, escúchame bien. Ahora me toca hablar a mí. He sido muy benevolente contigo porque te quiero. Te he permitido demasiado durante estos años. Pero más te vale llevarte bien con mi hija.- Le advirtió- No me hagas escoger entre tú y ella, porque creo que no te gustaría la elección.

- No quiero perderte- sollozó ella, ya no parecía enfadada sino más bien asustada, su voz se escuchaba temblorosa.- Te amo.

-Pues ya sabes lo que tienes que hacer- respondió Mauricio algo confuso por la reacción de su esposa.- Hablamos en casa.- dijo colgando el teléfono.

-Su esposa parecía enojada- se atrevió a pronunciar uno de los guardias.

-Lo estaba.- contestó él- a veces me desconcierta.

-¡Señor ahí viene!- dijo el otro guarura de repente.

-¡Miranda! ¡Hija mía!- exclamó Mauricio muy contento, acercándose a su hija- ¡Ven a darme un abrazo!

-¡Papá! ¡Qué ganas tenía de verte!- dijo Miranda soltando las maletas y corriendo hacia sus brazos.

-Mi niña… ya eres toda una mujer- dijo el padre orgulloso mientras la abrazaba.
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Los exuberantes decorados del palacio del faraón relucían como el oro bajo la luz de los grandes focos. El set ya estaba preparado y los trabajadores de los sueños habían comenzado a ocupar sus puestos. Cámaras, microfonistas y técnicos ultimaban detalles mientras los directores sentados en sus butacas discutían la coordinación del arte y la técnica.

Alegría y nerviosismo se mezclaban en el ambiente. Un nuevo proyecto era sinónimo de ilusión pero también de miedos, inquietudes, desconfianzas… En televisión, el éxito se debía a muchos factores, pero entre ellos la suerte y el azar jugaban un papel protagónico. Por más estudios estadísticos que se realizaran, nunca se podía conocer con certeza la reacción del público, hasta que el producto salía al aire. Por eso la primera jornada de rodaje siempre era un día de incertidumbre, emociones y ensueño.

Poco a poco, el elenco comenzó a desfilar por el set. Unos iban ataviados con largas túnicas blancas y cubrían sus cabezas con lujosos tocados y adornos de vivos colores, mientras otros aparecían rasurados y descalzos, luciendo toscos faldellines.
El guionista observaba ensimismado como sus personajes iban cobrando vida como si de un hechizo se tratara. Llevaba más de veinte años trabajando en televisión y no cambiaba por nada del mundo la emoción de ese segundo mágico en el que realidad y ficción se daban la mano por vez primera.

A David aun no le tocaba rodar hasta el día siguiente, pero no quería perderse la apertura de tan majestuoso proyecto.

-¡Buenos días!- saludó David apareciendo en el set con dos botellas de champagne.- esto merece un brindis…

-¿A estas horas? Son las diez de la mañana.- dijo Óscar Manzano con arrogancia.

-¿Qué pasa mi faraón? -bromeó el actor.- ¡No sea usted aguafiestas!

-Anda suelta eso… que ya habrá tiempo de celebraciones…- dijo Don Ángel.

De pronto, Cora apareció en el set como un ángel rodeado de un halo de luz. La actriz lucía un majestuoso vestido dorado que brillaba como el oro al interceptar el fulgor de los focos. Todos quedaron atónitos ante tan imponente aparición. Incluso la mirada de Cora parecía otra, una mirada profunda y milenaria, dispuesta a revelar los más recónditos secretos, aquellos que aun yacían ocultos en las pirámides y subsuelos de Gizé. Esos de los que solo el Nilo había sido testigo… guardando su murmullo en las calmadas aguas para siempre.

-Co… Cora… ¡¡te ves alucinante!!- Exclamó don Ángel rompiendo el fascinado silencio que había acompañado a su entrada. La actriz lucía bellísima y el productor no podía dejar de mirarla.

-Gracias- contestó ella sonriendo, mientras se percataba de los pueriles intentos de David por permanecer indiferente a su presencia.

David estaba aturdido, miraba a Cora de reojo pero enseguida ponía una expresión seria e impasible y enfocaba su atención en otro punto de la sala. Ya no sabía que sentía por la actriz, por un lado continuaba encontrándola insoportable y desquiciante… Sin embargo tras su última conversación había aflorado en él un extraño sentimiento de culpa. Sabía perfectamente que se había excedido en lo que le había dicho, pero no solo era por eso, ya que ella también había sido muy dura con él en ese sentido. En realidad comenzaba a recriminarse por no haber hecho nada en aquel momento crítico que aun tanto dolía a ambos. Si hubiera actuado- pensó- otra sería hoy nuestra historia. Yo tendría a mi hermano, ella tal vez… ¡no!- reprimió sus pensamientos. Él no podía haberla salvado de su destino, nadie puede cambiar aquello que está escrito, lo que es es… no hay pasados ni presentes alternativos… no tiene sentido hablar de “lo que pudo haber sido” porque si no fue, ya no será nunca. Indudablemente prefería persistir en su orgullo y pensar que la odiaba a sentirse culpable.

-¡Bueno ya estamos todos!- exclamó Ricardo- ¡que comience la función!

Y la función comenzó. ¿O quizás solo fue el continuar de un eterno espectáculo? Los apáticos guiñoles yacen sobre un escenario dormido, rodeado de flashes, luces y aplausos pero vacío de realidades y emociones. La gran agonía de ver pasar el tiempo al ritmo de una claqueta cortante… viviendo vidas ajenas y recitando palabras aprendidas de un viejo guión.
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-¿Cuánto tiempo más voy a estar castigada? ¡Dime papá! Estoy harta…- dijo Lucía.

- Hasta que aprendas a obedecer a tus padres señorita… ¡lo que hiciste fue una auténtica locura!- le recordó su padre.

- ¡Ya me di cuenta! Tienes razón… Pero fue hace una semana, no puedo estar castigada de por vida... por favor papi aunque sea devuélveme la computadora - suplicó ella.

- Esta bien, pero me tienes que prometer que no vas a volver a hacer algo así…- cedió él.

Lucía se fijó en el ojeroso rostro de su padre, parecía no haber dormido en años. Además sus ojos enrojecidos y tristes delataban que había estado llorando.

-¿Qué te ocurre papá? ¿Te encuentras bien?- preguntó la joven muy preocupada. Estaba convencida de que sus preocupaciones tendrían que ver con su madre. La relación iba cada día peor entre ellos, hasta el punto en que la convivencia se había hecho insoportable. Había escuchado varias veces a su madre amenazar con marcharse para siempre. A Lucía esto le afectaba terriblemente, nunca se había sentido muy querida por su madre pero no deseaba perderla por nada del mundo. La idea de su abandono se hacía frecuente en sus pesadillas y a menudo se levantaba en las noches para comprobar que ella seguía ahí.

-No pasa nada cariño, problemillas sin importancia.- dijo sentándose a su lado y acariciando su pelo con ternura.

- Papá, ¿sabes qué? Te amo.- le dijo Lucía abrazándolo.

De pronto sonó el teléfono. Lucía sintió un nudo en el estómago, como un mal presentimiento. -¡Papá no contestes!- estuvo a punto de gritar la muchacha. Pero ya era demasiado tarde… la expresión descompuesta en el rostro de su padre le dio anuncio de una de las peores noticias que recibiría en su vida.

Alejandro Pomari colgó el teléfono y se quedó de pie inmóvil mirando el aparato como si de un ente fantasmagórico se tratara. Lucía miraba a su padre inquieta sin atreverse a preguntar. Un frío helado recorría sus huesos y sentía que litros de lágrimas ardientes se acumulaban en sus ojos causándole un gran dolor de cabeza, mientras esperaba el mortal susurro de su padre.

- Lucía, mamá… mamá ha tenido un accidente.- pronunció Alejandro.- Ella… ella está muerta.

- No ¡eso no es verdad!- Gritó Lucía.

- Si lo es mi amor…- respondió él.- Mamá ha muerto.

-¿Por qué me mientes así papá? ¿Por qué?- Lucía estaba en shock.

- Hija, no te estoy mintiendo… sé que es muy difícil pero hay que aceptar la verdad… - dijo su padre.

-¡No! tu me estas mintiendo, ¡cállate! ¡cállate!- gritó Lucía- ¿Por qué me quieres hacer daño? ¿Por qué papá? Yo te quiero…

- Yo también te quiero mi amor, sabes que nunca te haría daño… tú lo sabes…- Alejandro abrazó a su hija, y ella no pudo contener el llanto más.- Ea mi niña… todo va a estar bien… te lo prometo.
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- ¡Ya estamos en casa!- anunció Don Mauricio al entrar al hall.

Su esposa que estaba en el salón se acercó de inmediato a recibirlo con un apasionado beso, claramente premeditado. Con este gesto, cual muestra de posesión, pretendía dejar claro su dominio a la “intrusa”.

-Alexia… te presento a mi hija Miranda…- logró decir el político una vez su esposa había liberado sus labios.

Alexia miró a la joven de arriba abajo sin mucho interés y después fingió una sonrisa.- Bienvenida- dijo.

- Ella es mi esposa hija. ¿A qué es bella?- dijo Mauricio orgulloso.

Miranda trató de sonreír. La situación a parte de incómoda era bastante absurda. Su padre se había convertido en un pelele ¿cómo era posible que estuviera presumiendo de nueva esposa con ella?… cuando por culpa de esa “señorita” era que se había roto su familia. Y además… ella… se notaba a la legua que era una arpía que le había sorbido el seso. En el momento que se le había tirado encima a besarlo la joven había sentido unas ganas enormes de vomitar. No podría soportar por nada del mundo que hiciera eso de nuevo.

-¿Sabías que el padre de Alexia es dueño de una televisora? Por ahí hasta consigues conocer a tu adorado David.- Dijo el señor Millet tratando de captar la atención de su hija quien no parecía muy entusiasmada con el encuentro.

- Sí lo sabía… gracias papá, pero Pangea TV es la competencia de Teleocéanos… son empresas rivales.- Le aclaró Miranda- No creo que me sirva de mucho…

- Lo que seguro no sabes es que yo soy muy amiga de Cora Gurmendi… y tengo entendido que va a protagonizar junto a Belmonte.- Dijo Alexia con una fingida amabilidad.

- Entonces también sabrás que se odian…- dijo Miranda con retintín- Y, ciertamente, a mí esa tipa me cae de la patada.

Mauricio se percató al instante de que su esposa estaba comenzando a perder los nervios y como sabía que su paciencia era bastante limitada decidió intervenir.

-Bueno, ya… muy interesante… pero los temas de la farándula me aburren como no se imaginan… -dijo poniendo fin a la conversación- Miranda, vete subiendo para que acomodes las cosas en tu habitación… ahora le aviso a Martina para que suba a ayudarte.

Las dos mujeres cruzaron entonces una mirada desafiante que anunciaba el principio de una guerra. Miranda no era una chica precisamente sumisa y no estaba dispuesta a dejarse intimidar por esa “mujerzuela”… Por su parte, Alexia profundamente celosa y con un carácter duro, irritable y dominante… había decidido demostrarle a esa chiquilla insolente quien era la dueña y señora de la casa.
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Eran las seis de la tarde en la ciudad de México y había finalizado el primer día de rodaje.

Como si de un reflejo del pasado se tratara, Cora limpiaba su rostro frente un gran espejo rodeado de decenas de bombillas. Sin embargo su camerino ya no era el pequeño cubículo gris que en su día habría alojado a la joven inexperta, sino que más bien parecía el de toda una reina. A pesar de haber sido un duro día de trabajo, Cora se sentía aun con mucha energía. Todo había salido de maravilla y eso la tenía de muy buen humor. Optimista, pensaba en el éxito que tendría el nuevo proyecto, mientras se esmeraba por borrar el tradicional Kohl egipcio de sus grandes ojos azules.

De pronto alguien llamó a la puerta.

-¿Quién es?- dijo Cora.

- ¡Soy yo!- contestó Don Ángel desde el otro lado de la puerta- ¿puedo pasar hermosa?

- Pase- dijo Cora encogiéndose de hombros. Hacía mucho tiempo que Don Ángel no pisaba su camerino.

- Cora… ¡hoy has estado espectacular!- exclamó su jefe mientras entraba en el camerino.

- Gracias- Contestó Cora un poco aturdida.

-¿Te apetecería acompañarme a cenar esta noche?- Propuso Don Ángel de pronto.

Cora, desconcertada por la invitación, alzó la vista y descubrió horrorizada que su jefe la miraba de forma indecorosa. Hacía más de veinte años que el señor Salazar no la miraba así. Un nudo se formó en su estómago y un escalofrío recorrió su cuerpo avivando un resentimiento dormido en el interior de su alma.

-No puedo… - alcanzó a pronunciar Cora.

-Insisto. Recuerdas el hotel “Radisson Paraíso” en el periférico sur ¿no es cierto? Nos vemos allí a las 10.- decretó Don Ángel.

- Pero… yo…- Murmuró Cora pálida como un papel. Ese había sido el lugar de los múltiples y repulsivos encuentros que había tenido con ese hombre durante su juventud.

- Anda niña ¡no seas majadera!... Lo dicho y ¡ponte guapa!- exclamó Don Ángel, antes de salir del camerino y cerrar la puerta con brusquedad. No le gustaba que le llevaran la contraria.

Cora se quedó inmóvil, congelada por la impresión… Tiritando de miedo y de rabia, se miró en el espejo; No había derramado una sola lágrima, ni tenía la intención de hacerlo. Sin embargo, su corazón se ahogaba en llanto y la joven inocente que una vez fue se retorcía de dolor en su interior nublando su vista y desgarrando su pecho. Esa noche viviría de nuevo su mayor pesadilla. Había llegado a un punto en su vida en el que ya casi no le afectaba tener que complacer a cuanto hombre poderoso se le paraba enfrente. No obstante, el caso de Don Ángel era distinto; Cada vez que había estado con él se le había revuelto la vida. Después de tantos años de liberación volver a esa prisión de odio camuflado en caricias era para ella la mayor de las torturas.
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Comenzaba ya a anochecer y la casa de los Pomari se hallaba en el solemne silencio propio de los duelos. El féretro de la madre yacía en el centro del salón. Tan solo un par de vecinos se habían acercado a velarlo. El matrimonio no había tenido nunca muchos amigos por lo que todas las celebraciones y acontecimientos acostumbraban a ser bastante solitarios.

Lucía estaba acurrucada en el suelo, junto al ataúd de su madre, llorando desconsoladamente y culpándose una y mil veces por cada vez que no se había comportado suficientemente bien con ella.

-Mamá, perdóname por favor- suplicaba la joven entre lágrimas- ¡vuelve! ¡No nos dejes! Te necesitamos… ¡Quiero darte un abrazo! No pude despedirme de ti ni decirte cuanto te amo…

-Ella ya lo sabía, puedes estar segura Lucía- pronunció una voz grave a su espalda.

- ¿Qué haces aquí? Vete.- Dijo Lucía con dureza al reconocer la voz de su padrino.

- Yo… quería decirte… que lo siento mucho pequeña.- Dijo Don Ángel acariciando su hombro.

- Ahora no quiero verte.- Dijo ella- Lo siento pero no puedo confiar en ti. Tengo muchas preguntas que hacerte… pero como comprenderás este no es el momento.

- Te refieres al encuentro que tuvimos el otro día ¿no?- adivino Don Ángel- ¿Qué hacías en la televisora Lucía?

- No… la pregunta es ¿qué hacías tú ahí? ¿Cuándo pensabas decirme que tu verdadero nombre es Ángel Salazar y que eres el dueño de la televisora más poderosa de México?- Le reprochó Lucía.- No quiero hablar ahora ¿entiendes? Vete.

Don Ángel hizo un gesto de aceptación con la cabeza y se alejó de la muchacha para ir a darle el pésame a su padre. Lucía se quedó inmóvil, inmersa en su dolor, contemplando la fría caja.
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-Anda ¡confiesa! ¿Qué te pareció la Gurmendi? Una digna reina del Nilo ¿No crees?- preguntó Ricardo divertido.

- Nada del otro mundo- Dijo David con un aire de superioridad- Nunca he dicho que fuera fea. Además, maquillaje y vestuario hacen mucho.

- David, ¡no seas orgulloso! Esa no te la crees ni tú… ¡Te la pasaste boquiabierto toda la mañana! Casi te tuve que limpiar la baba- rió el joven director.- Te gusta ¿no es cierto?

- ¿Qué qué? ¡Ahora si te volviste loco!- rugió David muy molesto.- No me gusta ¡claro que no me gusta! Es más… ¡la detesto! Tú lo sabes. ¡No sé por qué demonios haces una pregunta tan ridícula!

- Eyyyyy David cálmate… de que humor estamos hoy…- vaciló Ricardo.- Parece que he dado con tu punto flaco. Eso quiere decir que algo hay, si no nunca hubieses reaccionado de esa manera.

-Deja de insinuar esas cosas si no quieres que mi puño le haga una visita poco amistosa a tus dientes ¿oíste?- amenazó el actor.

-Pffff en serio David… no se puede tratar contigo… a ver si aprendemos a ser más civilizados…- suspiró Ricardo.- Sabes que a mí me lo puedes contar todo. Soy tu paño de lágrimas… y te confieso: me encanta el chisme.

- ¡Cállate imbécil!- Gritó David irritado.

- Bahhh no sé ni por qué te pregunté, si sabía que nunca aceptarías que la Gurmendi te interesa.- dijo Ricky.

- Mira, como está visto que eres bruto y nunca vas a comprender… mejor cambiamos de tema ¿sí?- Dijo David con resignación.

- Como quieras.- Ricardo se encogió de hombro.- ¿de qué quieres hablar?

- Pues del rodaje ¿cómo va todo? Yo me fui a las 12 y no sé qué tan productivo resultó el día…- dijo David.- ¿Alguna novedad?

- Parece que todo marcha sobre ruedas, ahora están trabajando en la edición de las primeras escenas.- Le informó Ricardo.- Y pues nada… muy buen ambiente, optimismo, ilusión, buena vibra entre compañeros…

- Estupendo.- Dijo David satisfecho.

- Parece que va a ser un rodaje tranquilo… lástima por la prensa que no tendrá mucho chisme de donde sacar…- dijo Ricardo- aunque… claro está que de eso nos cercioraremos mañana. Aun quedan por encajar las dos piezas más importantes…

- ¿Qué insinúas?- dijo David levantando una ceja.

- Nada… solo que medio mundo espera al día de mañana para comprobar la química de los protagonistas…- le contestó Ricardo- de ello depende en gran parte el éxito de la novela.

- Uhhg… ya me había olvidado que mañana me tocaba rodar con ella…- dijo David con fingido desagrado- Bueno, tratare de poner todo de mi parte para que haya paz.

- ¿Te contó Don Ángel cual va a ser vuestra primera escena juntos?- Preguntó Ricardo con sarcasmo.

- Pues la verdad es que no… me dio los textos de esta semana para que fuera leyéndolos… pero no tengo ni idea del orden en que grabaremos.- dijo David.- ¿Por qué? ¿Tú sabes algo?

- No, nada… nada.- Ricardo se llevó la mano a la boca para tratar de contener la risa.

- Sí… tú sabes algo, y me lo vas a decir en este mismo momento.- Exigió David.

- Bueno… Está bien.- Cedió Ricky.- Digamos que tu primera escena con ella va a ser bastante… picante. Así como para romper el hielo y limar asperezas desde el primer momento.

- ¿Estás hablando en serio?- Preguntó David con una mueca- lo que me faltaba. Esto es cosa de mi adorado padrino…

- ¿Entonces qué? ¿Preparado para ver a la Gurmendi en acción?- se burló su amigo.

- Qué gracioso tú…- contestó él moviendo la cabeza de un lado a otro con gesto resignado.
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Eran las 10 y media de la noche cuando Cora llegó al hotel “Radisson Paraíso” en taxi y con la cabeza cubierta por un largo pañuelo, que se ceñía a su cuello, para no ser reconocida. Había salido de casa sin escolta y sin habérselo dicho a nadie, ni siquiera a su madre quien acostumbraba a dormir muy temprano. No sabía si actuaba por miedo o por vergüenza… el hecho era que no deseaba que nadie se enterara de que pasaría esa noche con Don Ángel.

Al llegar al mostrador de la recepción Cora descubrió su rostro para poder ser identificada por la empleada del hotel.

-Disculpe señorita… ¿ha pasado el señor Don Ángel Salazar al comedor?- preguntó.

- Cora Gurmendi ¿No es cierto?- preguntó la recepcionista.- El señor me pidió que le diera el duplicado de la llave de la Suite cuando llegara. Parece que lleva media hora esperándola.

- Que extraño… me había dicho que íbamos a cenar.- Susurró Cora.

La empleada la miró de arriba abajo y sonrió con picardía.

-Puede que hayan llevado la cena a la suite señora.- dijo.- aquí tiene la llave, es la suite número veinticinco… la encontrará subiendo por esas escaleras, luego tuerza a mano derecha y después…

- No se moleste… sé dónde queda.- Dijo Cora volviendo a cubrir su rostro con el pañuelo. Obviamente sabía donde quedaba esa suite, era la preferida de Don Ángel, siempre que había ido a ese hotel se había quedado en la misma.

La actriz ascendió por las escaleras en silencio. Llevaba un vestido negro muy chic; de manga larga y espalda descubierta. Su largo cabello sobresalía por debajo del pañuelo y caía en ondas sobre sus hombros. Unos zapatos de tacón alto con plataforma delantera y unos finos aretes de oro blanco daban el último toque a su elegante look.

Cora se detuvo frente a la entrada de la suite. Tomó aire y al fin llamo a la puerta.

-Pasa, está abierta.- Dijo Don Ángel desde el otro lado.

Cora obedeció.

-Pensaba que íbamos a ir a cenar.- Dijo Cora.

- Llegas media hora tarde- le reprochó su jefe.- vamos a cenar aquí, ya la mesa está servida.

Cora inspeccionó la suite. En efecto, sobre la mesa había varias bandejas con sus cubiertas plateadas y, en el centro, un jarrón con rosas rojas y un candelabro.

- He ordenado marisco y trucha de río- dijo Don Ángel, tomando en sus manos el pañuelo de Cora.- Estás hermosa.

Cora no contestó.

-Pero bueno, siéntate por favor… vamos a cenar, que se enfría- Dijo Don Ángel. Estaba tratándola con excesiva cordialidad y eso la tenía aturdida.

Don Ángel trató en todo momento de entablar conversación con la actriz. Pero ella permaneció callada, con la mirada fija en su plato, y asintiendo con la cabeza sin mucho entusiasmo. Una vez finalizada la cena Don Ángel abrió una botella de champagne francés e invitó a Cora a sentarse con él en el sofá.

-Aunque al principio no estuve conforme, ahora estoy muy contento de que el protagónico de la novela haya caído en tus manos.- Dijo Don Ángel ofreciéndole una copa.- Nunca pensé que te fuera a quedar tan bien el papel, estoy impresionado. En verdad eres una actriz en mayúsculas.

- Gracias, le dije que podía confiar en mí para esto.- Le contestó Cora.

- Cora…- Dijo Don Ángel cambiando de tono.- Sabes que mi esposa falleció hace ya más de un año ¿verdad?

- Sí, y lo lamento.- contestó ella.

- Desde que me casé con ella nunca volví a estar con otra mujer, ni siquiera cuando enfermó y ya no podía brindarme la compañía que un hombre necesita…- Dijo él con nostalgia- Tu misma eres testigo de cuanto la amaba.

- Me consta.- Respondió ella. No sabía porque Don Ángel le estaba contando esas cosas a ella. En efecto, desde que se casó con la señora Salazar nunca más volvió a buscarla. Su boda había supuesto para ella una gran liberación, sin embargo, también había coincidido con un trágico acontecimiento en su vida que prefería no recordar.

- He guardado el luto por un año. Pero me siento tan solo Cora…- prosiguió su jefe.- Yo… hoy cuando te vi… recordé nuestros buenos momentos en el pasado.

Cora se dio la vuelta rápidamente.- ¿Buenos momentos? ¿Buenos momentos?- estaba conteniéndose para no estallar de la rabia y el odio.- ¿A caso ese hombre no se acordaba de lo que le hizo cuando era apenas una niña?

-Tal vez estás molesta conmigo… al fin y al cabo no me porté muy bien contigo al terminar nuestra relación de esa forma….- dijo Don Ángel.- Eras tan joven… nadie hubiera entendido que estuviéramos juntos. Yo no me podía permitir un escándalo al comienzo de mi carrera política. Además, Adriana era la mujer ideal para un hombre de mi edad y mi condición…

-No tiene que darme explicaciones.- Dijo Cora. ¿Molesta? Esa decisión había sido la mejor noticia de su vida. Ella siempre lo había odiado, por más que intentó olvidar y perdonarle para no sufrir tanto, nunca lo logró.

- ¿No crees que aún estamos a tiempo de revivir el pasado mi reina?- preguntó al fin Don Ángel.

Cora no contestó, sabía que era inútil… dijera lo que dijera, la tenía en sus manos. Trabajaba para él desde niña y a su edad ya no era fácil comenzar de cero en otra empresa.

-Cora, eres tan bella…- dijo Don Ángel, acariciando su espalda descubierta.
La actriz se estremeció al sentir sus frías y huesudas manos sobre su piel. Cerró los ojos y tragó saliva. Don Ángel la estrechó fuertemente entre sus brazos y comenzó a besar su cuello.

-¡Espera! ¡No!- Dijo Cora, que no pudo contenerse, cuando él introdujo su mano por dentro de su vestido.

- ¿Qué te pasa?- Preguntó su jefe.

- Yo no puedo…- pronunció la actriz.- Yo amo a otro hombre…

- ¿Ah sí?- Preguntó Don Ángel entre molesto y sorprendido; le constaba que Cora nunca se había enamorado de nadie.- ¿A quién?

- Yo amo… yo amo a…- Cora no sabía que decir, obviamente estaba mintiendo.

- ¿A quién?- volvió a preguntar Don Ángel, esta vez en un tono mucho más severo.

- A David.- mintió la actriz.- Amo a su ahijado.

- Eso es mentira.- Dijo su jefe riéndose.- Ustedes se detestan, tengo la certeza.

- Juro que es verdad.- volvió a mentir Cora.

- En cualquier caso, no es amor lo que espero de ti.- Dijo Don Ángel.- El amor no es necesario para esto, pero eso tú lo sabes de sobra. Podría decirse que eres experta.

Cora calló de nuevo, pero en sus ojos se reflejaba el fuego del odio y la venganza. Don Ángel la pegó a su cuerpo y comenzó a quitarle la ropa.

-No- volvió a decir la actriz.

- ¿No qué?- preguntó él amenazante.

-Prefiero hacerlo yo misma.- pronunció la actriz. Acto seguido tomó aire y cerrando los ojos empezó a desabrocharse el vestido.

El triunfo se reflejó en la mirada de Don Ángel.

Tras dos horas de tormento el hombre se quedó dormido. Cora, sin embargo, no podía pegar ojo. Tumbada en la cama y rodeada aún por el cuerpo de esa bestia, miraba al techo. Se sentía más vacía y muerta que nunca. Tocó su rostro, no había derramado una sola lágrima, y vaya que deseaba hacerlo.
Cora se zafó de entre los brazos de su jefe y consiguió levantarse de la cama para ir al baño. Cuando llegó, lo primero que hizo fue mirarse al espejo; lo hacía muy a menudo. Su faz no reflejaba nada… era completamente indolente y eso le causaba terror. Su maquillaje seguía perfecto e impoluto a pesar de las horas y los disgustos. No podía llorar y eso la tenía desesperada. Abrió el grifo y mojó su mano dejando caer gotas de agua por sus ojos a modo de lágrimas. El rímel de sus pestañas cedió al fin deslizándose y manchando sus párpados y la parte superior de sus pómulos. Cora sonrió satisfecha, pero al momento se dejó caer sobre las rodillas en el suelo del baño y aferrada al lavabo comenzó a devolver.
Don Ángel la escuchó y se despertó.

-Cora ¿estás bien?- preguntó levantándose para ir a ver qué sucedía. Pero se detuvo al escuchar el timbre de su celular. Tenía un mensaje nuevo de un número desconocido.

<<Se lo qué le hiciste a mi padre, y te juro que lo vas a pagar muy caro>>.- Leyó, con el rostro desencajado.

CONTINUARÁ…
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